Homenaje a nuestra silla Mclaren
Si hay un nexo de unión entre todas las familias viajeras, ya sean familias numerosas o no, un elemento común que forma o ha formado parte de nuestras vidas y nuestros viajes, que ha recorrido tantos kilómetros y sufrido en silencio ( o como mucho con un chirrido), esa es la silla tipo paraguas que todos hemos empujado en tantas ocasiones. Esa silla (Maclaren en nuestro caso), nuestra fiel compañera, que nos ha acompañado siempre sin pedir ni una triste gota de aceite…
Hay que reconocer que nuestra silla se ha portado siempre como una campeona y creo que ha llegado el momento de rendirle homenaje. Oh sillita, sin tí no hubiera sido lo mismo. Siempre a nuestro lado y ahora ya casi no te necesitamos. Nuestros niños ya se van haciendo mayores pero todavía te queda alguna aventura más con nosotros.
Es curioso observar cuando tienes más de un hijo, que el pequeño, para el que en principio llevas la silla no se quiera sentar y sin embargo el mayor, que quizá ya sea mayorcito para ir en la silla, hace lo imposible por poder acomodarse en ella.
Recuerdo una ocasión en la que uno de nuestros hijos, siendo un bebé y después de una dura jornada viajera, se quedó dormido tan profundamente en la silla que no nos atrevimos a despertarle y ahí se quedó hasta el día siguiente (malos padres…). Otras veces hemos sentado un niño encima de otro cuando ya el cansancio hace mella en ellos.
A quien no le ha pasado que a la silla le venza el peso de tantas cosas que lleva colgadas y se vuelque para atrás cuando sacas al niño. Es que utilizamos la silla como colgador de todo, y más aún en los viajes. Y cuánto la hechas de menos cuando no la tienes y hay que acarrear con mochilas, bolsos y demás accesorios.
Hemos caminado y hasta patinando por la nieve en Disneyland París, hemos recorrido las calles empedradas de Roma y La Habana, hemos clavado las ruedas en las playas de México y Punta Cana, cruceros, muchos viajes a Canarias…en fin que nuestra querida silla ha viajado con nosotros por tren, coche, avión, barco…
Querida silla, tus diez minutos de gloria…