Siente la libertad, sin prisas, sin horarios, sin estrés.
Estás de vacaciones…¿no?
Si quieres saber cómo una familia numerosa como la nuestra, acostumbrada a vacaciones hiperactivas, acaba despidiéndose casi con lágrimas en los ojos, presta atención a lo que te voy a contar.
Estas vacaciones no empezaron con buen pie.
Por primera vez en nuestra vida desde que somos familia numerosa habíamos alquilado una casa con piscina privada. Bueno, mas bien un casoplón.
Un poco de incertidumbre porque somos de los que le metemos mucha caña a las vacaciones: a ver cómo nos arreglamos, nos vamos a aburrir sin hacer nada y mil prejuicios más en nuestra cabeza.
La entrada en la casa, de locura. Todos alucinando. Preciosa, de revista. Qué mansión. Carreras, gritos de alegría.
Qué subidón.
Uahhh,, la piscina. ¡Al aguaaaa! Y en un segundo los tres niños metidos en la piscina. Sale el pequeño del agua reclamando nuestra atención. Pies mojados. Se dirige a la casa, patinazo, mala caida…pfff.
No me hizo falta ser médico para saber que el brazo estaba roto, y una rotura fea, fea.
Que bajón.
Venga rápido, hay que encontrar un hospital. Nos atendieron muy bien en el hospital de Denia, aunque tardamos bastantes horas en poder salir, ya de noche y finalmente con un brazo escayolado y una rotura de húmero que quizá haya que operar.
¿Y ahora qué? Las vacaciones a la m…
Caras largas, lágrimas, preocupación, qué mala suerte. No va a poder disfrutar con el brazo entero enyesado y para sus hermanos tampoco va a ser lo mismo.
Mañana será otro día y con la luz del sol veremos las cosas más claras.
Venga, hay que darle la vuelta a esto.
Hay que moverse. Conseguimos tener de un día para otro una estupenda funda impermeable para el brazo. Al tercer día ya estaba bañándose en la piscina, cada vez más suelto y nosotros poco a poco más relajados.
Y cada vez más y más relajados, piscina, baños, música, barbacoa, colchonetas en el agua, sol, palmeras, siesta.
¡Qué experiencia más placentera! De aburrirnos, nada. Sin despertador, cada uno a su aire. Sin vecinos, sin miradas de nadie. Solo nosotros.
Tiempo en pareja, tiempo en familia.
Hasta ahora nunca habíamos tenido esa sensación, esa paz interior. Una vez superado el gran disgusto inicial, lo demás vino rodado.
Una semana nos supo a poco. Llegó el día de volver a casa. Os digo de verdad que pocas veces nos hemos apegado tanto a algo. Quizá porque la experiencia superó todas nuestras expectativas.
En general los recuerdos de nuestros viajes son más bien sensaciones visuales, olores, momentos concretos. En este caso lo que nos traemos de estas vacaciones es mucho más espiritual, más del corazón.
¡¡Quiero volver!! decíamos casi con lágrimas en los ojos…
¿Este tipo de vacaciones es para tí?
Libertad. Esta es la palabra que mejor lo describe.
Fuera horarios, no vas a mirar el reloj.
No hay prisa para nada. Bajamos el ritmo. No estamos acostumbrados a esta tranquilidad y el cuerpo y la mente lo agradecen. Es como darle al botón reset. Nos reprogramamos aunque solo sea por unos días.
Eres dueño de la casa por una semana. Te sientes bien. Tu imaginación echa a volar y tú la dejas que vuele…Quien sabe si en unos años podamos tener algo así.
Una piscina solo para tu familia numerosa es un lujo que te puedes permitir. Un baño por la mañana temprano o por la noche con las luces de la piscina encendidas son momentos especiales.
Tumbados en las hamacas, una copa de vino en la mano. Los niños disfrutando en la piscina. Esto es vida…
Cena en la terraza. Magnífica temperatura para un rato de tertulia bajo la luz de la luna (Música de violines modo on).
Pinta muy bien, ¿qué tenemos que hacer?
Bien, de momento podemos hacer una cosa:
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